Huella hídrica y su relación con la agricultura

La huella hídrica es un concepto esencial en la gestión sostenible del agua, que abarca la cantidad total de agua utilizada tanto de forma directa como indirecta en la producción de bienes y servicios.

 

La métrica, desarrollada por el profesor Arjen Y. Hoekstra de la Universidad de Twente, ofrece una perspectiva completa del impacto humano en los recursos hídricos y la disponibilidad de agua en diversos sectores económicos y regiones geográficas.

 

El agua desempeña un papel crucial en la producción agrícola y es fundamental para la seguridad alimentaria global, debido a que la agricultura de regadío, que ocupa el 20 % de la superficie cultivada a nivel mundial, contribuye con el 40 % de la producción total de alimentos, según datos del Banco Mundial.

 

En países como México, con una arraigada tradición agrícola, el 76% del agua potable se utiliza en actividades agrícolas, una proporción ligeramente superior al promedio global que, de acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, se sitúa en torno al 70%. Por tanto, la adecuada gestión del agua en la agricultura es fundamental para asegurar la productividad y la sostenibilidad del sistema alimentario.

 

Un ejemplo de cómo se calcula la huella hídrica en la agricultura implica considerar la cantidad de agua utilizada durante todo el ciclo de vida de un cultivo, incluyendo el riego, la evaporación y el agua incorporada en los insumos utilizados, como fertilizantes y pesticidas. Esta información se recopila y utiliza para calcular la huella hídrica total del cultivo, lo que proporciona una medida cuantitativa del uso de agua asociado con su producción.

 

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Asimismo, la relación entre la huella hídrica y la agricultura es compleja y también abarcaría aspectos como el procesamiento de alimentos. Esta fase abarca actividades como la limpieza, el lavado, la clasificación, el corte, la cocción, el envasado y la conservación de los productos agrícolas.

 

Cada una de estas actividades requiere agua, ya sea para fines de limpieza, cocción o como parte del proceso de producción. Por ejemplo, en la industria cárnica, el procesamiento de la carne y la producción de productos cárnicos requieren grandes cantidades de agua para el lavado y la refrigeración.

 

Ante este panorama, es esencial adoptar prácticas agrícolas sostenibles que minimicen el uso excesivo de agua y promuevan la eficiencia en su utilización, como por ejemplo los Modelos Alimentarios de Biocapacidad Orgánica (MABO) y las Medidas Ambientales para la Zona Orgánica (MAZO).

 

Además, la colaboración entre el sector público, privado y la sociedad civil es crucial para abordar los desafíos relacionados con la huella hídrica y la agricultura. Solo a través de un enfoque colaborativo y comprometido podremos desarrollar estrategias efectivas que promuevan la gestión responsable del agua y aseguren la disponibilidad de recursos hídricos para las generaciones futuras.

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