En una de las zonas costeras más impactadas por la urbanización del noroeste mexicano, un grupo de 12 mujeres decidió reescribir la historia ambiental de su comunidad. Son conocidas como Las Guardianas del Conchalito, y desde 2017 encabezan una de las iniciativas ciudadanas más emblemáticas de restauración ecológica y empoderamiento femenino en el país.
El estero El Conchalito, ubicado en la bahía de La Paz, es un humedal que había sufrido durante décadas por la acumulación de basura, aguas residuales, tala de mangle y pesca furtiva. Frente a ese deterioro, este grupo de mujeres –pescadoras, amas de casa y lideresas comunitarias– decidió actuar.
Con apoyo de organizaciones como Noroeste Sustentable, WildCoast y Costasalvaje, las Guardianas iniciaron la rehabilitación del estero mediante faenas de limpieza, reforestación con especies nativas y construcción de un vivero de manglares que hoy abastece zonas degradadas. Entre sus logros destaca la apertura de 46 metros de canal para reconectar el mangle con el mar, acción vital para su regeneración natural.
En paralelo, impulsaron proyectos productivos como un obrador de ostión y la acuacultura sostenible del callo de hacha, con los cuales han logrado ingresos dignos y autonomía económica.
Además de restaurar el ecosistema, las Guardianas patrullan el área, reportan actividades ilegales y sensibilizan a su comunidad sobre la importancia de los manglares como barreras naturales frente al cambio climático, refugio de biodiversidad y sumideros de carbono.
Liderazgo femenino con visión regenerativa
El trabajo de Las Guardianas del Conchalito ha trascendido su comunidad. Hoy son ejemplo de cómo el liderazgo femenino puede construir soluciones desde lo local con enfoque ambiental y social.
En su próxima etapa, el colectivo planea abrir el estero al turismo educativo y regenerativo, ofreciendo recorridos guiados, talleres ambientales y degustaciones con productos del mar cosechados de forma sustentable.
El caso del Conchalito no solo es relevante por su impacto ecológico. Representa una transformación profunda en la forma en que se entiende el papel de las mujeres en la conservación. Se trata de una experiencia replicable en otras regiones de México donde los ecosistemas costeros están en riesgo, pero también donde hay comunidades dispuestas a actuar.
En un contexto donde la pérdida de manglares avanza a razón de 1.3% anual según datos de la UNAM y la CONABIO, proyectos como este ofrecen respuestas concretas a la crisis climática y social.