En un reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se destaca con urgencia la necesidad de abordar el apremiante desafío de la seguridad hídrica, un llamado a la acción en medio de crecientes preocupaciones sobre los ecosistemas de agua dulce en todo el mundo.
Los datos más recientes sobre los 92 indicadores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) relacionados con el medio ambiente revelan que el mundo no está en camino de alcanzar las metas establecidas para 2030.
Aunque el informe señala mejoras medioambientales en el 38% de estos indicadores, representa un avance sólido en comparación con el 28% en 2020. Sin embargo, el 21% de los indicadores muestra cambios negativos o nulos, y el 41% carece de datos.
El director de la División de Alerta Temprana y Evaluación del PNUMA, Jian Liu, advierte que solo tenemos siete años para transformar nuestro mundo y proteger nuestros recursos hídricos.
A pesar de la disponibilidad mundial ha aumentado del 34% en 2018 al 59% en 2022, Liu destaca que estas tendencias positivas no son suficientes para cumplir con los objetivos para 2030. E instó a los países a aumentar la inversión en la disponibilidad de datos para tomar decisiones informadas y evitar políticas al azar.
Además, durante la Conferencia sobre el Agua 2023 existió una solicitud para pedir compromisos audaces en la aceleración del progreso del Objetivo número 6 y otros relacionados con el agua. Entre los que destacaron un mayor acceso a los datos, la información y la contabilidad económica y ambiental para impulsar la financiación y protección de los humedales y otras masas de agua.
Estas acciones antes mencionadas han buscado garantizar la seguridad hídrica, respaldada por tres pilares fundamentales: cantidad, calidad y gestión. Lo que se traduce al equilibrio entre la demanda y el suministro de agua, promover el uso sostenible a largo plazo de los recursos hídricos y proteger los ecosistemas, elementos esenciales para abordar estos desafíos.
Entre las herramientas propuestas para garantizar la seguridad hídrica se encuentra la gestión integrada de los recursos hídricos, que abarca no solo los recursos naturales convencionales, sino también fuentes de producción industrial como aguas regeneradas y desalinización.
No obstante, para lograr la seguridad hídrica es necesario abordar la sostenibilidad financiera y energética. Por ejemplo, la desalinización presenta desafíos relacionados con la intensidad energética y la necesidad de fuentes fiables y económicas de energía.
El pilar de la calidad en la seguridad hídrica es otro aspecto crítico, debido a que existe la necesidad de realizar cambios significativos en el tratamiento de sustancias no consideradas anteriormente, así como en la gestión de aguas pluviales y la reducción del consumo energético en las plantas de tratamiento.
Afrontar estos desafíos requiere no solo la adopción de medidas ambiciosas, sino también una gestión eficiente, una mejor gobernanza y un proceso de toma de decisiones dinámico. La cuestión financiera emerge como un gran desafío, y se subraya la necesidad de mecanismos de financiación más dinámicos, incluyendo colaboraciones público-privadas.
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